Camino al Cárcamo, en una caminata colectiva, resultó emocionante ver en un punto del trayecto un modelo de xerojardín, que es el tipo de jardinería con beneficios paisajísticos y de restauración ecológica, pero primordialmente con beneficios ambientales como el ahorro de agua. El uso de especies nativas para crear paisajes con su propia belleza es característico de la xerojardinería. Ver uno implementado en esta zona de la ciudad, donde podría parecer que el paisaje siempre es occidentalizado, fue una grata sorpresa, porque es símbolo también del valor propio que se tiene en el país.
Después de un amigable recorrido por la segunda sección de Chapultepec, llegar al Cárcamo fue una experiencia que empieza desde antes de entrar. Fue increíble ver cómo se va construyendo la experiencia al lugar; el hecho de que la escultura se encuentra descendiendo las escaleras por las que las personas llegan es como una inmersión debajo del agua. Esta relación no se hizo de primer momento, pero al saber que el agua es el principal eje de este sitio, se dio esa impresión. No se deja de lado que ver la escultura de Tláloc fue muy especial, siendo incluso magistral cómo está diseñada y construida. Se aprende mucho de la obra al entrar al recinto y leer más acerca de su significado y valor, pero no es necesario para maravillarse al verla.
Entrar al recinto del Cárcamo también fue una sorpresa. Después de ver las grandes dimensiones de la escultura de Tláloc, fue curioso compararlas con las dimensiones del edificio que la resguarda, o viceversa. Aun así, el lugar contiene un valor de conocimiento y apreciación artística muy importante. Lo que más se rescata de lo que se encuentra en el Cárcamo es lo impresionante de la Cámara Lambdona, pues nunca se hubiera imaginado que el sonido que envuelve desde que se entra al recinto proviene de los cilindros en las paredes, y que esto es nada más y nada menos que la traducción sonora del correr del agua. Aún parece fascinante, y ciertamente difícil de entender, el funcionamiento de esta cámara y el valor artístico que tiene por sí sola.
Todo el lugar en conjunto es una muestra del valor que tiene el agua, especialmente para el Valle de México. Los antecedentes históricos y culturales que tiene este componente natural en la historia hacen reflexionar sobre la situación en la que se encuentra el mundo, pero especialmente la ciudad. Como se menciona en uno de los textos que se pueden leer en el Cárcamo y en los Conjuros de Agua, es irónico que una ciudad que se desarrolló sobre grandes y majestuosos cuerpos de agua hoy día esté enfrentando crisis hídricas alarmantes. El valor que se le daba al agua en tiempos de las primeras civilizaciones es distinto al que se le empezó a dar después de la conquista. Pasó de tener una concepción de respeto, cuidado y vida, a uno de explotación, desecho, desecación y contaminación. Sin duda, vale la pena visitar tanto el bosque de Chapultepec como el Cárcamo, y replantearse qué es lo verdaderamente valioso para la vida y el día a día.
