
Lo que distingue la obra de González es su enfoque único en los gestos corporales como formas de comunicación emocional. En este sentido, su trabajo me recuerda a la exploración de la gestualidad en la pintura de artistas como Oswaldo Guayasamín y Antonio Berni. Guayasamín, con su serie "La edad de la ira", capturó la angustia y la desesperación de la condición humana a través de gestos expresivos y contorsionados, aunque claro, la obra de González resuena aún más profundamente por su capacidad de humanizar los paisajes culturales que retrata, infundiendo una intimidad única en cada trazo y pincelada,
La exposición también me hizo reflexionar sobre la relación entre la obra de González y la de otras artistas contemporáneas latinoamericanas que exploran temas similares, como Doris Salcedo o Teresa Margolles. Salcedo, con su trabajo en memoria de las víctimas de la violencia en Colombia, y Margolles, con su exploración de la muerte y el duelo en la frontera entre México y Estados Unidos, comparten con González una preocupación por la representación de la violencia y la empatía hacia las víctimas, pero también se plantean el dilema del cómo representar la violencia sin hacer espectáculo de ella, cómo retratar el desplazamiento sin perpetuar el despojo; cómo plasmar la guerra sin morir en ésta, y cómo plasmar la paz sin acostumbrarse a ella.
Arely Vargas
“La Fiesta de las Balas” de Enrique Jezic, artista argentino radicado en México. La obra consta de tres estructuras de acero y vidrio blindado con 300 impactos de bala, y audio. Altura de cada estructura 220 cm. Los disparos (50 de pistola 9 mm, 100 de escopeta calibre 12, 150 de fusil de asalto calibre 7.62) fueron realizados con armas reglamentarias de las fuerzas de seguridad pública, en alusión al creciente poder de fuego necesario para enfrentar al crimen organizado. El audio corresponde al sonido de los mismos disparos. El título y la cantidad de disparos son referencias a un libro de la época de la Revolución Mexicana: El águila y la serpiente (1926), de Martín Luis Guzmán.
Esta obra podríamos decir que es una especie de escultura contemporánea, pero el acomodo y el sonido de los disparos, la colocarían quizás más, como una instalación. Me gustó tanto principalmente por estas características formales poco tradicionales, aunque también porque me resultaba muy bella por su materialidad y su imagen, los impactos de las balas en el cristal generan unas formas que parecen hongos o fractales que producen una tactilidad que me resulto muy atrayente. Esta belleza material se mantenía en equilibrio con el concepto tan fuerte de la violencia, las armas, el crimen y la guerra, sin embargo este equilibrio queda destruido por el sonido perturbador e incesante de la grabación de los disparos, lo cual volvía agobiante e incómodo apreciar la belleza de las esculturas. A través de la acción casi performática de disparar, del encapsular como esculturas los registros de la acción, del uso del sonido de los disparos grabados y de la conceptualización de un tema crucial para nuestra sociedad contemporánea, surge una obra que para mí, es altamente efectiva. Adicionalmente y casualmente la directora de arte UNAM que nos acompañaba durante la visita, nos contó que anteriormente ella participo para lograr la producción de esta obra, trabajando de cerca con el artista y contándonos anécdotas de aquel momento que nutrían a la reflexión de la obra.
Erick Jáuregui

[...] Mi reflexión más fuerte llega con las últimas obras expuestas en la exposición, donde encontramos la dualidad de la paz y de la violencia, bajo una perspectiva de género. Mientras que uno de los murales se plasma la soberanía de un pequeño pueblo, donde el funcionamiento de su dinámica social se ve preservado por el respeto y la satisfacción de necesidades básicas, en su contraparte, el mural siguiente exhibe cuerpos de mujeres sin vida sobre un camino ensangrentado. Ver ambas obras de Beatriz, una a lado de la otra, me hizo pensar en lo frágil que puede llegar a ser una sociedad, y la paz integrada en ella, ya que fácilmente podría irrumpirse y entrar a un estado violento, pero la resiliencia de esta debe ser muy fuerte para poder regresar a una soberanía. Dicho en otras palabras, qué fácil se puede pasar de paz a violencia, y qué difícil es dejar la violencia y encontrar esa paz.
Michel Cisneros