El Oxxo más bonito del mundo
Verano de 2123
El calor es apenas soportable, y lo peor es que año con año va en aumento. Apuro el paso para llegar al fresquito del Oxxo, que por fortuna siempre tiene aire acondicionado. La fila para entrar es gigante, pero vale la pena hacerla por unos cuantos minutos de sombra y por la fotografía que todos esperamos hacer: la más hermosa que hubo alguna vez en el mundo según los hallazgos arqueológicos digitales recientes. Estoy a una persona de pasar, cuando escucho que ya cobran diez dólares la entrada. Ni modo, es la única atracción que hay en varios kilómetros a la redonda. Entro y me maravillo ante los anaqueles repletos de esculturas en terminaciones metálicas y coloridas resinas. Del otro lado del mostrador hay una figura humana que parece hecha de cera, tiene una sonrisa fría y una mirada perdida. El uniforme que lleva puesto lo delata como el cajero. Saco mi pantalla y leo la ficha que aparece a su costado: Resulta que hace cien años aún se necesitaba fuerza de trabajo para sostener establecimientos como los Oxxos. Del lado contrario, una ventana baña de luz todo el lugar. Me acerco y hay otra fila para hacer la fotografía. Afortunadamente ya tienen marcados con un tripié el lugar donde se coloca la tableta y con una equis el lugar donde se debe de posar. Ciertamente la vista es hermosa, de un azul interminable. Ya había conocido el mar en las pequeñas pantallas que nos asignan a los dos años, pero nunca me lo imaginé así de inmenso. Me recargo en la pared en lo que espero mi turno, y sin querer mi espalda toca un sensor. La ventana del Oxxo tiene un glitch y en lugar del paisaje azul aparece el océano y el cielo amarillentos, divididos por una espesa natilla verduzca. Derrames de petróleo, fugas de residuos nucleares, islas de basura del tamaño de continentes terminaron por destruir la vida marina. Eso es lo que había escuchado de mis abuelos, pero aún no entendía por qué el mar ante mí ya no era de color azul. El azul es un color tan bonito. Nadie parece notar el cambio sospechoso en el paisaje, todos siguen observando a través de sus pantallas. Claro, todos tienen activado el filtro de percepción en las tabletas con las que toman las fotografías. Si mi cuerpo tocó el sensor matriz del lugar, seguramente hizo corto con mi tableta. A mi costado, noto una caja negra de la que sale un sonido extraño. ¡El sonido! ¡Ese debe ser el sonido de las olas!. Sonrío ante mi descubrimiento cuando me doy cuenta que ya es mi turno para tomarme la foto. Acomodo en el tripié la pantalla y me coloco de espaldas al paisaje.
---Ninguno de los turistas presentes en el OXXO notó que el sonido de fondo era tan solo el de estática. En más de 50 años nadie había escuchado el sonido de las olas.
Lizbeth Bolaños
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